jueves, 26 de enero de 2012

Un lugar, solo contigo.

La luz suave entraba por las rendijas de la persiana, se deslizaba por toda la cama e iba a parar a sus ojos. Esto hizo que se despertara. Se dio la vuelta para intentar volverse a dormir, pues aunque ya era de día todavía era temprano, y se topó con unos ojos marrones. Unos ojos mudos y frágiles que la miraban cómo si no pasara el tiempo. Dos sonrisas interrumpieron este momento, y seguidamente ella se levantó, y dio unos saltitos descalza para sentarse en el alfeizar de la ventana y mirar cómo se despierta Nueva York.

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